¡Ojalá volviera a ser niño/a para vivir sin preocupaciones!
¿Alguna vez has escuchado esta frase? Siento que a veces nos olvidamos de cómo fue y es ser niño/a. Es en ese instante cuando caigo en la cuenta de la necesidad vital que tenemos como adultos de volver a conectar con el niño/a que somos en nuestro interior. Y sí, es vital para empatizar y poder mirar de forma respetuosa a la infancia y adolescencia.
Es cierto que las preocupaciones que expresan los niños/as no son las mismas que las que pueda tener una persona en su faceta adulta. En esta etapa nos preocupa la economía, cómo vamos a conseguir ingresos para pagar las facturas, corresponsabilizarse en el cuidado y mantenimiento familiar, la política, la lucha por la igualdad…,entre otros. Sin embargo, esto no exime a la infancia de preocupaciones. Las tienen, y son muchas:
- Falta de sentido de pertenencia a un grupo social.
- Necesidad de sentirse seguro, querido y aceptado.
- Inseguridad ante nuevos cambios: llegada de un miembro más a la familia, cambios en la etapa escolar, personales, hormonales, biológicos…
- Miedo a ser juzgado y etiquetado.
- Preocupación y miedo por sufrir acoso escolar.
- A no encontrar su sitio.
- Miedo al fracaso, a «perder».
- Adquieren además por añadidura las preocupaciones que se viven en el ambiente y contexto familiar,…etc.
Tomar conciencia de estos aspectos es fundamental para establecer unas bases de desarrollo y crecimiento saludables, para educar, escuchar y ver más allá.
Como escribió Antoine de Saint-Exupéry:

La infancia no cuenta con los mismos recursos que las personas adultas por falta de experiencias vividas y por falta de herramientas de gestión emocional (si a nosotros/as, como adultos, muchas veces nos cuesta gestionar…imaginad por un momento si es natural que a ellos/as les resulte complicado, teniendo en cuenta además, que su cerebro no se encuentra maduro para desarrollar dichas habilidades en ese momento).
Os invito a recuperar esa escucha activa a la infancia, a ser sus guías y a acompañar sus procesos desde la empatía, el respeto y la dignidad. Facilitémosles herramientas que les permitan crecer, ser autónomos y enfrentarse a un mundo lleno de incertidumbres con curiosidad y la seguridad de ser ellos/as mismos/as.
Y por supuesto, que nunca falte la conexión y el amor.
Un abrazo,
Isabel Bersabé
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